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jueves, 27 de septiembre de 2012

EMBARAZO. MI PANZA Y YO: APRENDIENDO A CONVIVIR






Mi panza y yo: aprendiendo a convivir


Es durante nueve meses nuestra carta de presentación. Nuestro pasaporte al primer asiento del colectivo, nuestro permiso para no hacer la fila en el banco o en la caja del supermercado. Es la musa de los muchos suspiros (o su onomatopeya “ahhhhh”) que escuchamos a nuestro alrededor. ¿Pero qué le pasa a cada mamá con su panza?


Por Jessica Valls

Algunas la llevan orgullosas. Van por la vida presumiendo de ella. Si sienten especial…mente bonitas, especial… mente importantes. Especiales. Se relacionan con ella desde las dos rayitas positivas. Esperan con ansiedad que llegue el momento en que se les note y mientras tanto, intentan acelerar los tiempos arqueando la espalda hacia atrás. Una vez que finalmente sucede, no pueden dejar de mirárselas de reojo en cuanto vidrio espejado se crucen por el camino. Le hablan, la acarician, la convierten en su fiel y silenciosa interlocutora, silenciosa hasta que empiezan a sentir las “pataditas”, que ellas traducen inmediatamente como respuestas del bebé.

Entre quienes la llevan orgullosas están las más pudorosas que las visten, desde el principio, con remeras corte princesa, para que nadie dude que se trata de un panza “llena de bebé” y no que es víctima del sobrepeso. Hay otras que la ajustan con remeras al cuerpo, para que se luzcan lo más posibles. Y hay quienes, si el tiempo lo acompaña, la llevan al aire. Mariana, que siempre se sintió rellenita, está feliz con su panza de embarazada. Ella, que solía esconder los kilos de más tras ropa holgada, por primera vez se anima a las remeras ajustadas. “Es la primera vez que me alegro de tener panza” dice orgullosa.

Para esas mujeres, la panza es el primer contacto con el bebé. Es la forma de estrechar los primeros lazos con el niño, de comunicarse con él.

Pero hay quienes no pueden sentirlo así, quienes se sientan torpes con su nueva contextura y detesten las nuevas dimensiones. Hay mujeres a las que les cuesta conectarse con la panza, se sienten ridículas hablándole, y no sienten la necesidad de acariciarla. Esta sensación es generalmente vivida con culpa. Al compararse con otras embarazadas, sienten que su apatía desentona con la euforia de las demás.

Es raro que la embarazada se cruce con alguien (sea un íntimo o un circunstancial; sea en un largo encuentro o en un casual y efímero viaje en ascensor) y que su panza no despierte en el otro la necesidad de decir algo. Que está grande, que está en punta, que parece de mellizos… Todos tienen algo que decir sobre la panza y ¡a la panza! Numerosas veces Claudia, de 8 meses de embarazo, se cruzó con una amorosa “abuelita” vecina que cada vez que ingresa al edificio en vez de dirigirle la palabra a ella le habla a su panza como si su adorado abdomen fuese a contestar: ”a veces río porque me imagino la disparatada situación: Señora: - ¡Hola mi amor! ¿Cómo estás? ¿Cómo te vas a llamar?

Panza: - Muy bien gracias señora, y… me parece que estamos entre Martín y Juan Pablo. ¡Imaginate!”, cuenta Claudia riendo. Otros (y no solamente los íntimos) también se sienten tentados a tocarla. Frente a tanto fervor, hay mujeres que creen que todos están más entusiasmados con su embarazo que ellas mismas.

Pero que una mamá no pueda comunicarse con la panza no significa necesariamente que no esté feliz con la idea de tener un hijo. Significa que tienen otra manera de esperarlo, tal vez menos extrovertida. Lucila nos cuenta que ella habla con su bebé, de 25 semanas de gestación, pero con la voz del pensamiento. “Para adentro”.

También puede suceder que aún no encuentren la forma de comunicarse o que no se le haya despertado la necesidad. Probablemente el vínculo se empezará a vislumbrar cuando nazca o incluso después, con las primeras sonrisas del niño.

Lo importante es saber y entender que ninguna forma es mejor que otra, que simplemente son distintas. Que las mamás que no se relacionan con su panza no son menos mamá que otras, ni mucho menos son malas madres, y que amarán a sus hijos tanto como Guadalupe, flamante madre de Juana, que nos cuenta que a todas las remeras que usó en el embarazo se le hicieron “pelotitas” a la altura del abdomen, de tanto acariciarla.

Ver adjunto:

http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:dmsc3VQxGUUJ:www.aeap.es/ficheros/9b9bb49cc98efbb706737cd783cf61be.pdf+&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=ar

http://www.elrincondetumatrona.com/wp-content/uploads/2013/12/Yoga-y-embarazo.pdf

YOGA Y EMBARAZO
Por Mayte Criado
La maternidad es uno de los procesos de cambio más importante y dramático
en la mujer. La transformación del cuerpo y la apropiada adaptación
psicológica son las experiencias más significativas e impresionantes. Todos los
sistemas del organismo se ponen al “servicio” del embarazo. Desde el
Hipotálamo, la glándula Pituitaria, la más “primitiva” (por ser la primera parte
del cerebro que desarrolla el feto), controla todas las funciones involuntarias
incluyendo el parto. Las hormonas que produce esta glándula trabajan junto a
otras segregadas por las glándulas endocrinas, por la placenta y por el propio
feto. Tienen como objetivo el mantenimiento de las condiciones adecuadas para
el desarrollo y la nutrición del embrión así como la preparación del útero para
el parto. Posteriormente, controlarán las contracciones y los reflejos de
expulsión y más adelante, regularán la lactancia y la producción de leche.
Durante el embarazo, la secreción hormonal varía considerablemente. Por
ejemplo, tanto la placenta como el propio embrión segregan ESTRÓGENO y
PROGESTERONA. Estas hormonas ablandan y relajan el tejido muscular
blando de todo el cuerpo. Este efecto ablandador permite que el útero se
ensanche y ayuda al sistema circulatoria y al equilibrio de fluidos de todo el
organismo. Los niveles de estas hormonas son cien veces mayores durante un
embarazo. Después del embarazo disminuyen rápidamente permitiendo al
cuerpo readaptarse como antes. Esta disminución hará que se segregue la
hormona pituitaria llamada PROLACTINA para producir la leche materna.
La placenta segrega una hormona llamada RELAXINA que ablanda el tejido
conjuntivo y los ligamentos del cuerpo. Así, las articulaciones pélvicas y la
columna vertebral pasan a ser más móviles. Los potentes ligamentos que
sujetan el útero se elastifican. Es el mejor momento de aprovechar la práctica de
Yoga al máximo ya que se produce un aumento natural de la flexibilidad y
movilidad articular.
Durante el embarazo, también aumenta la secreción de ENDORFINAS que
facilitan la percepción sea de placer que de dolor. Son la causa de la sensación
de bienestar durante el embarazo. Parece lógico pensar que haciendo Yoga se
multiplique la producción de esta hormona y sea una oportunidad para
preparar la relajación indispensable para el parto.
Se produce también un aumento del nivel de CORTISONA producida por las
Glándulas Suprarrenales. Esto hace que se tenga una mayor protección ante los
cuadros alérgicos como el asma y los eczemas.

La Respiración y Relajación que se trabajan en Yoga integradas con la actividad
física son de importancia relevante durante el embarazo ya que, por ejemplo,
estados de temor o ansiedad producen adrenalina (hormona encargada de
“luchar” y defenderse). La secreción de esta hormona daría como resultado la
inhibición de las contracciones durante el parto originando complicaciones
importantes. Todas las hormonas son afectadas y afectan a su vez a los estados
de ánimo, emociones etc.
Otra hormona importante es la OXITOCINA también llamada “hormona del
amor”. Esta hormona estimula las contracciones del Utero y después es la
encargada de estimular el reflejo de subida de la leche. Es muy importante en la
función sexual por ser generadora del orgasmo.
Al final del embarazo, cuando los pulmones del feto están preparados para
respirar aire, éste también segrega hormonas en el líquido amniótico. Estas
hormonas son absorbidas por el cuerpo de la madre y estimulan la secreción de
las PROSTAGLANDINAS que reblandecen el Cérvix e inician el parto.
La complejidad de los cambios hormonales es tan grande en la mujer que se
produce un cataclismo físico y emocional único. El Yoga es una válida
herramienta como ayuda a contrarrestar y equilibrar el Sistema Nervioso y, a su
vez, todos los Sistemas del Organismo.
En condiciones normales, el cuerpo está formado por un 70% de líquido.
Durante la gestación el contenido de fluidos en el cuerpo aumenta
espectacularmente. Parte de este líquido se encuentra en la placenta. A través
de todos estos fluidos, el cuerpo se convierte en una gran caja de resonancia.
Los sonidos, como pueda ser la voz, la música o la propia respiración
multiplican sus vibraciones y pueden ser generadores de una compleja cadena
de múltiples efectos. Uno de ellos puede ser la transmisión de estados de
relajación tanto para la madre como para el bebé. La práctica de Yoga ayuda a
la distribución de los fluidos por el organismo evitando edemas o hinchazones.
También aumento la potencia del CORAZÓN. Aumenta su bombeo aunque no
la frecuencia cardiaca. Esta es la causa de la “fatiga” o el cansancio que sienten
algunas embarazadas.
Todos los órganos así como el feto y la placenta necesitan más sangre por lo
tanto, se produce un considerable aumento del volumen de sangre. Un tercio
del hierro que contiene la hemoglobina de la sangre, será utilizado directamente
por el feto. La capacidad portadora de oxígeno de la sangre también aumenta y
viaja con mayor rapidez para llevar los nutrientes al feto. Todo esto puede
producir disfunciones causando varices sobre todo en las piernas y el ano. Los
ejercicios del Yoga dirigidos al fortalecimiento del suelo pélvico ayudan a
mejorar la circulación y las varices.

El Yoga también prepara físicamente a la mujer para el parto. Los ejercicios de
respiración ayudan a prepararse mentalmente y a mantener la serenida

MASTER EN YOGA BIOENERGÉTICO

PROFESORA: GLORIA MORELLI

YOGA PARA NIÑOS

MEDITACIÓN

YOGA PARA EMBARAZADAS

YOGA POST PARTO CON BEBES

"BIBLIOTECA DE OLIVOS"

AV. MAIPÚ 2901- OLIVOS

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